Sembrar conciencia sobre el maltrato a las personas mayores: una responsabilidad de todos
Dra. Romina Rubin (MN: 97765). Médica Clínica y Geriatra y Directora General del Hogar LeDor VaDor
En las sociedades modernas ha aumentado la expectativa de vida. Añoramos y trabajamos para alcanzar un envejecimiento activo y saludable. Hoy, las personas de 60 años y más alcanzan los 1.000 millones a nivel mundial. Según proyecciones de la Organización de Naciones Unidas, se espera que para el 2030 esta población se incremente a 1.400 millones y que en el 2050 alcance los 2.100 millones, más del doble de la existente hoy.
Pero el envejecimiento poblacional no se define únicamente por el paso inexorable de los años. En este proceso concurren distintas variables sociales y culturales que pueden condicionar la aparición de maltrato a las personas mayores. En este marco, es de vital importancia crear conciencia ciudadana para garantizar que todas las personas mayores tengan la oportunidad de desarrollar su potencial con dignidad, igualdad participación y derechos.
La Resolución aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 19 de diciembre de 2011 declara el 15 de junio como “Día mundial de la toma de conciencia contra el abuso y maltrato en la vejez”. Esta celebración tiene como propósito promover la reflexión y el compromiso ciudadano con la finalidad de erradicar conductas, comportamientos y situaciones discriminatorias, de violencia, abuso y maltrato hacia las personas mayores que provocan la vulneración de derechos humanos. La Ley N° 27.360 promulgada por el Congreso Nacional, que ratifica la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos de Humanos de las Personas Mayores, define el maltrato como“ la acción u omisión, única o repetida, contra una persona mayor que produce daño a su integridad física, psíquica y moral y que vulnera el goce o ejercicio de sus derechos humanos y libertades fundamentales, independientemente de que ocurra en una relación de confianza”.
Conmemorar un nuevo Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez adquiere un significado más fuerte aúnen el año 2021, ya que en todo el mundo las personas mayores tienen mayor riesgo de mortalidad y enfermedades graves asociadas a la pandemia COVID-19, además de estar en una situación latente frente a la pobreza, el aislamiento y la discriminación. La pandemia está generando un caudal importante de angustia, temor y sufrimiento, especialmente en este grupo etario.
Hoy, la violencia y el abuso contra las personas mayores aún es un fenómeno desconocido por gran parte de la población cuando lo sufren 1 de cada 6 personas mayores en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 15,7% de las personas de 60 años y más son víctimas de abuso, aunque considera que esta cifra es muy inferior a la situación real. Según un estudio realizado en el 2017, sólo 1 de cada 24 personas denuncia estas situaciones.
Existen muchas maneras de generar acciones de abuso y maltrato contra las personas mayores. Estas pueden presentar lesiones físicas, psicológicas o emocionales que no siempre resultan fáciles de identificar, pero las secuelas de cualquier tipo de maltrato a personas mayores son más difíciles de tratar en tanto que la edad avanzada y las condiciones de salud son en sí mismas dos importantes factores de riesgo.
En marzo de este año, el organismo dio a conocer un informe mundial en el que refleja que el edadismo (discriminación por edad) es la tercera causa de discriminación en el mundo, inclusive más que el sexismo y el racismo.
La OMS define el edadismo como el estereotipo, prejuicio y discriminación hacia las personas de ciertas edades debido a la afectación o debilitamiento de su salud. El edadismo surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional. Al referirnos a la población mayor, este tipo de discriminación se asocia a una menor esperanza vida, una salud psicofísica más deteriorada, menor reacción a la recuperación integral y un impacto en la calidad de vida, al tiempo que supone un aumento del aislamiento social y la soledad no deseada, la reducción de la capacidad para expresar la sexualidad e incrementa el riesgo de padecer violencia y abusos.
En términos generales, y a modo de resumen las personas mayores componen un grupo heterogéneo, que con frecuencia está sujeto a diversos factores de riesgo que incrementan la probabilidad de sufrir malos tratos o enfrentar obstáculos al goce de la salud y el bienestar. Algunos son individuales, como la mala salud física o mental de la víctima; otros relacionales, comunitarios y socioculturales, como la falta de recursos económicos o los estereotipos que representan a las personas mayores como frágiles, débiles y dependientes.
Para poder comenzar a revertir la situación, es importante empezar por dar visibilidad a estas problemáticas. Las personas mayores tienen los mismos derechos y libertades fundamentales que las demás, y merecen disfrutar de una vida plena, independiente y autónoma, con salud, seguridad, integración y participación.
Es decir, el primer paso es que exista en la sociedad un reconocimiento sobre las distintas formas de maltrato.
La cultura del buen trato puede inspirar y dirigir acciones individuales de personalización permanente en el marco de un mundo de relaciones colectivas que se generan especialmente en centros residenciales. Sin duda es un proceso complejo, lento, que conlleva reflexión personal y colectiva de carácter ético, requiere acompañamiento para avanzar en otra forma de acercarnos a personas con escasa capacidad de comunicación y decisión desde el respeto a la singularidad, a la historia personal y a su dignidad.
Las personas mayores tienen dignidad y son merecedoras de un buen trato por parte de la comunidad. Todos debemos empoderarnos para prestar atención al respeto de los derechos de las personas mayores y ser empáticos: todos vivimos envejeciendo.